Hoy es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, aunque bien lo podrían ser los 365 días del año, ya que los datos puestos sobre la mesa cada vez son más inquietantes: 1.118 mujeres asesinadas desde 2003.
Son unas cifras ante las que debemos reaccionar, y más cuando nos enfrentamos a un elevado número de efectos producidos por esta lacra. La violencia vicaria, que utiliza a los menores como herramienta para seguir haciendo daño a la madre, es una forma de violencia que no es nueva, como lo prueba el hecho de que 44 menores han sido asesinados en casos de violencia de género desde 2013, y casi 1,7 millones viven en hogares en los que la mujer está sufriendo algún tipo de violencia en la pareja, tal y como recoge la Macroencuesta de Violencia contra la Mujer 2019.
El reciente caso de Anna y Olivia en Tenerife ha supuesto un “¡basta ya!” contra una violencia machista que convive con nosotros desde hace muchos años: desde el caso de Ángela Carreño o Ruth Ortiz, hasta el de Itziar Prats o Laura Hernández, entre muchos otros. Situaciones que, en su día, no se asociaron a la violencia de género pero que, inevitablemente, lo son. Mujeres que, en muchas ocasiones, deciden salir de esta situación a través de la separación y no de la denuncia. Por tanto, siguen estando expuestas, ellas y sus hijos e hijas, a la agresión que pueda ejercer el maltratador.
Por razones como estas, debemos visibilizar la violencia de género y cualquiera de sus manifestaciones, por lo que, como adjunta de Igualdad y Violencia de Género de la Diputación del Común, quiero hacer de altavoz para actuar en defensa de los derechos de estas mujeres.
Desde la Adjuntía que dirijo, se trabaja en iniciativas que contribuyan a sensibilizar sobre esta realidad. Prueba de ello ha sido la reciente celebración de la Jornada “Violencia Vicaria, otra forma de Violencia de Género”, con la que, además de este objetivo, pretendimos acercar a las víctimas todas aquellas herramientas de las que disponen para poder desenvolverse en estas situaciones de conflicto. Además de su integridad física y psicológica, es primordial proteger a sus hijos e hijas, y los responsables públicos no podemos darles la espalda.
No obstante, e independientemente de cómo se m